Recuperar la vista es, muchas veces, volver a ver el mundo y comprenderlo desde una perspectiva renovada. Es redescubrir aquello que, en algún momento, una patología había ocultado: el brillo de un atardecer, la simpleza de cruzar miradas con un ser querido, el colorido de los jacarandás en primavera o la tranquilidad de reconocer lo cotidiano. Para una paciente del Hospital de Alta Complejidad del Bicentenario Esteban Echeverría (HBEE), esa posibilidad dejó de ser una quimera gracias a una intervención de altísima precisión, realizada con equipamiento de última generación y un equipo interdisciplinario altamente especializado. La cirugía permitió extirpar una lesión compleja y devolverle la visión en apenas unos días.
El caso correspondía a un tumor de hipófisis no secretor que provocaba una severa alteración del campo visual. La paciente experimentaba una pérdida progresiva de la vista a causa de la presión que la lesión ejercía sobre el quiasma óptico, el área donde se cruzan los nervios responsables de transmitir la información al cerebro. Tras una serie de estudios de diagnóstico exhaustivos, el equipo médico concluyó que la única alternativa para evitar daños irreversibles era una intervención quirúrgica planificada con extrema precisión.
La cirugía se realizó mediante un abordaje endoscópico transnasal a la hipófisis, una técnica mínimamente invasiva que permite acceder al tumor a través de las fosas nasales sin necesidad de abrir el cráneo. Este método reduce el trauma quirúrgico y favorece una recuperación más rápida y amena. Para el procedimiento se utilizó un neuroendoscopio de última generación, con óptica de 0 grados y un sistema integrado de irrigación y aspiración que garantiza una visualización ampliada, estable y nítida del campo operatorio. Esta tecnología posibilita trabajar con una precisión milimétrica, disminuir riesgos y aumentar significativamente las probabilidades de éxito.
La ubicación anatómica de la hipófisis -rodeada de nervios ópticos, arterias y estructuras cerebrales críticas- transforma este tipo de cirugías en verdaderos desafíos técnicos. Cada movimiento exige destreza, planificación meticulosa y una coordinación permanente entre distintos profesionales. Por eso, este tipo de procedimientos requiere un equipo interdisciplinario compuesto por neurocirujanos especializados en base de cráneo, endocrinólogos, oftalmólogos, anestesistas, especialistas en imágenes, terapistas y personal de enfermería capacitado en alta complejidad. La articulación precisa constituye un factor determinante para proteger las funciones neurológicas y asegurar resultados óptimos.
Desde las primeras horas posteriores a la intervención, la evolución de la paciente fue altamente favorable. Gracias al carácter mínimamente invasivo de la técnica, pudo retomar de manera paulatina sus actividades habituales pocos días después del alta. La descompresión del quiasma óptico permitió frenar el deterioro visual y recuperar parte de la visión afectada, un avance que impacta directamente en su calidad de vida. En otros casos, cuando los tumores hipofisarios son secretantes, este abordaje también posibilita restablecer el equilibrio hormonal y resolver síntomas como fatiga persistente, alteraciones metabólicas, cambios de peso o trastornos del sueño.
Más allá del resultado médico, el impacto humano de la cirugía es profundo. Recuperar la vista implica recuperar independencia, autonomía, bienestar emocional y la capacidad de volver a experimentar el entorno con plenitud. Este tipo de intervenciones refleja el potencial de la medicina moderna: integrar ciencia, tecnología y vocación de servicio para transformar realidades que parecían irreversibles. Con equipamiento de vanguardia y profesionales altamente formados, el HBEE reafirma su rol como referente regional en la atención de patologías de alta complejidad, brindando respuestas concretas y de calidad a quienes más lo necesitan.
