Miércoles por la mañana. El Hospital de Alta Complejidad del Bicentenario Esteban Echeverría (HBEE) funciona con normalidad: arriban los pacientes a sus consultas y los profesionales se alistan para recibirlos. Sin embargo, en simultáneo, se gestiona y concreta una intervención crítica en la red eléctrica que alimenta los sectores más sensibles del edificio, debido al peligro que corre la vida de quienes están allí: las Unidades de Terapia Intensiva A, B y C, los quirófanos y las guardias. ¿El objetivo? Instalar un nuevo tablero vinculado a una de las UPS (Sistema de Alimentación Ininterrumpida) para incorporar dos equipos médicos, el tomógrafo y el angiógrafo, al sistema de respaldo energético.
La implementación se pensó, ante todo, en beneficio de los pacientes: al garantizar energía ininterrumpida en áreas como Diagnóstico por Imágenes y Hemodinamia, se evita que un estudio crítico quede interrumpido o que un procedimiento bajo sedación deba suspenderse por una falla. Esto no solo mejora la seguridad y continuidad de la atención, sino que también aporta eficiencia al reducir tiempos de reprogramación, riesgos técnicos y desgaste de los equipos. El antecedente de un corte ocurrido durante el uso del angiógrafo fue determinante para priorizar la incorporación de estos dispositivos al sistema de UPS, dotándolos de una autonomía mínima de 15 minutos que asegura la confiabilidad operativa y un entorno de atención de mayor calidad.
Lo que podría parecer una tarea técnica más del montón implicaba, en realidad, un riesgo elevado. No por el procedimiento en sí, sino por el entorno: todo debía hacerse sin comprometer, ni por un segundo, el funcionamiento de los equipos que sostienen a los pacientes. La planificación partió de una máxima elemental: en áreas críticas, todos los dispositivos que brindan soporte vital deben contar con respaldo eléctrico en múltiples capas, de modo que si el plan A no funciona, exista un B y un C. La triple garantía energética está regulada por la norma AEA 710, que el Hospital cumple desde su diseño, y que ahora se amplía con la inclusión del tomógrafo y el angiógrafo.
El desafío en la práctica radicó en garantizar que todas las unidades de respaldo estuvieran plenamente cargadas para sostener el funcionamiento ininterrumpido durante los 20 minutos que demandó la maniobra. Aunque el corte fue breve, debió planificarse como si se tratara de una cirugía determinante. En la previa, se revisó minuciosamente equipo por equipo en cada sala. Se verificó que las baterías estuvieran completamente cargadas, se diseñaron kits de contingencia, se distribuyeron zapatillas y alargues, y se designaron técnicos exclusivos en cada área crítica, quienes estuvieron al pie del cañón ante cualquier eventualidad. Además, se establecieron canales de comunicación permanentes con los jefes de servicio y se utilizaron handys para garantizar una conversación fluida.
“La clave fue anticiparnos. Había planes para todo. Si fallaba una batería, si un equipo no respondía, si un paciente necesitaba soporte adicional, sabíamos qué hacer. Eso es lo que te da tranquilidad”, explicó el Arq. Martín Depetro, jefe del Servicio de Infraestructura, quien llevó la voz cantante del procedimiento.
La magnitud del trabajo requirió de la participación interdisciplinaria de distintas áreas: el Consejo de Administración, la Dirección Ejecutiva y la Administrativa, Infraestructura, Tecnología Biomédica, Seguridad e Higiene, junto con el aporte de médicos y enfermeros, que cumplieron un rol fundamental al identificar a los pacientes más vulnerables en caso de un imprevisto. “Fue un trabajo en equipo enorme, muy bien sincronizado. Si algo salía mal, estábamos listos para actuar”, comentaron.
La instalación del nuevo tablero y la conexión del tomógrafo y el angiógrafo a la UPS no solo mejoran la seguridad operativa, sino que también preparan al Hospital para desafíos futuros. A medida que crecen los servicios y se suman nuevas tecnologías, la demanda energética aumenta y obliga a repensar la infraestructura con sistemas que respondan a distintas necesidades. Además, requieren mantenimiento constante: las baterías se reemplazan cada cuatro años y se prueban cada tres meses mediante descargas controladas para asegurar su operatividad.
En ese sentido, el trabajo realizado marca un paso más en el compromiso del HBEE con la seguridad, la calidad y la innovación. No se trata de una obra visible para los pacientes ni para quienes transitan el Hospital, pero sí de una intervención tras bambalinas que garantiza que todo funcione como debe, incluso en los escenarios más exigentes. Menos demoras, más eficiencia, mejores resultados.